lunes, 28 de diciembre de 2009

Cormánticos


Para mí que el amor romántico ha hecho más mal que bien al ser humano; no hay mejor ejemplo que la Provenza, que ni con todas sus leyendas crísticas incluidas, se ha librado de presenciar una tragedia como la protagonizada por los cátaros. Si yo ahora le pregunto a usted por Beethoven, ¿qué sabría decirme de él? Quizá lo primero que le venga a la cabeza sea alguna de sus partituras más famosas (y románticas), como Für Elise. Si sigue usted ese hilo, a lo mejor ya recuerda que perteneció al movimiento artístico que llamamos romanticismo. ¿Diría usted lo mismo del autor estadounidense Edgar Allan Poe? Probablemente ahora aparecen en su cabeza imágenes inquietantes, misterios por resolver, muertos que vuelven a la vida, grandes linajes que viven y mueren encerrados en grandes y antiguos castillos... Ya les decía que, en mi modesta opinión, el amor romántico ha hecho más daño que otra cosa a la cultura de los seres humanos. Porque para romántico, romántico, el poema de Anabell Lee, que musicaran los Radio Futura; o cualquiera de los fantasmas que vagan en los cuentos de Poe; o los mismos humanos (concretamente Vincent Price) que casi mueren por amor, no estando seguros de si es por que la joven y bella esposa ha fallecido, o porque ahora va a resultar que la muchacha era catatónica y ha vuelto de entre los muertos, pajiza como la pared. El otro día me crucé en el periódico con una foto de Poe en la que posaba de cuerpo presente. Aunque, como digo, la imagen no era para ponerla en el descansillo de la escalera, dejo que tras de ella la curiosidad aflore y en una décima de segundo estoy homenajeando a uno de los autores favoritos de mi infancia; ése que tantas veces me inquietó el sueño tras los ‘Terrores’ de Chicho, o el cine de sobremesa, también en la televisión única de los setenta y primeros ochenta, aquellos años en los que el matinal del veleño Lope de Vega alternaba Godzilla y ‘La Marabunta’, para una afición infantil no menos enfervorecida, y ruborizada hasta las orejas, bien por el jersey de cuello alto tan a la moda, bien por los codazos que decidían quién se quedaría con el mejor sitio. Por cierto que aquí están sentados mis primos, que han ido a por palomitas. Gracias a todas esas pelis de serie B, que siguen siendo (pongo la mano en el fuego) de lo mejor que hemos visto nunca, junto a La invasión de los Ultracuerpos y la serie Colombo, servidora conoció a Edgar Allan Poe. Por supuesto, fue de la mano del prolífico director Roger Corman, oscarizado estos días, por toda aquella ingente producción cinematográfica de ese sub-género, que antes se denominaba con más precisión “de bajo presupuesto”.La foto de Poe que les vengo comentando se refería a un homenaje: sus fans más ‘frikies’ recrean una capilla ardiente de la que hace 160 años no pudo disfrutar, ya que, como buen romántico, murió enfermo y solo. Entre los fastos previstos en el programa, se encuentra la asistencia confirmada de Sir Arthur Conan Doyle, H.P. Lovecraft y Alfred Hitchcock, entre otras destacadas personalidades.Cierro los ojos y veo a Poe interpretado por el Gary Oldman de Beethoven, y con guión de Juan Antonio Cebrián..., pero se trata de Sylvester Stallone que, coincidiendo con el óscar de Corman, prepara su regreso tras las cámaras, con una biografía del mencionado poeta. ¿Lo próximo? Mel Gibson con una peli grabada entera en lengua romance; no se preocupen, que irá subtitulada.

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