viernes, 2 de enero de 2009

Ya no nieva en Palestina

27 de diciembre de 2008. Hoy, el pueblo que vagó por el mundo por los siglos de los siglos hasta llegar a la Tierra Santa de Palestina, ese que dice ser el elegido por el Dios de Israel, ha bombardeado a sus hombres, mujeres y niños, sin ningún tipo de piedad visible; una no puede acostumbrarse a este tipo de cosas, como tampoco puede acostumbrarse a ver imágenes del holocausto por televisión. En occidente, mientras tanto, seguimos celebrando la natividad de Jesús por aquellas tierras, hace ya más de 2000 años.
De pequeña, lo que más me gustaba de la Navidad era el día que montaba junto a mis padres el portal de belén; cosas de niños, no le faltaba de nada: su río, su pozo, la niña sacando agua, el castillo, la nieve … Todo eso fue desapareciendo conforme fui cumpliendo años; igual que todo eso ha ido despareciendo de las tierras palestinas. Este año me resistía a colocar el portal, ya reducido al nacimiento y sus personajes principales, quizá cansada de dar siempre la misma e “ingeniosa'”explicación sobre porqué las figuritas mutiladas y con las ropas hechas jirones formaban un portal de belén realista, conseguido artísticamente por Kurt, en una de sus andanzas de cachorro.
El día que escribo estas letras, 29 de diciembre, año nuevo musulmán, decido quitar el polvo al belén mutilado, sin agua ni pozos, ni hospitales, ni gente sonriendo; sigue siendo un pequeño homenaje a todos los niños que nacen hoy en la Tierra Santa de Palestina.

Ten a mano tus zapatos


Dejen que les cuente una historia. Es la de Mohammed, un joven de 15 años residente en norecuerdocuál país de Oriente Próximo. Como todos sus amigos, Mohammed soñaba y jugaba cada día a ser como estrellas norteamericanas a las que tanto admiraban. Nike, Levi’s, NASA y el resto de símbolos de la American’s way of life no les eran ajenos. Aquella calurosa noche Mohammed se fue pronto a la cama, aprovecharía para devorar las últimas páginas del libro de Noah Gordon que había conseguido en una tienda de segunda mano. Apenas tuvo tiempo de leer nada, porque enseguida se quedó dormido; no es extraño, teniendo en cuenta al autor que tenía en las manos. De pronto, se despertó sobresaltado por culpa de un terrible estruendo que dejaba su habitación a cielo abierto. Por el enorme agujero del techo se colaba una poderosa luz que apenas le dejó leer unas siglas: USA. Unos segundos depués, el helicóptero que llevaba impresas aquellas siglas en su panza, voló por los aires lo que quedaba de chabola familiar. Desgraciadamente, nunca sabremos si Mohammed fue consciente en sus últimos momentos de vida, de qué terrible pesadilla se desataba sobre su cabeza; de que no se trataba de un sueño. El sueño que vendía Mr. Madoff entre sus señores inversores, era del mismo género que los que cada noche Mohammed se llevaba a la cama, pero a escala; una vida rodeada de cosas superfluas con las que definirnos ante los demás sin palabras, de un solo vistazo. Por las apariencias sería muy difícil distinguir a un francés de un inglés, a un español de un portugués. Esa unificación de criterios estéticos y morales que nos ha proporcionado el progreso globalizado, también era anehada en el pasado por los países ahora identificados con el islam, ya sea yihaidista o no. ¿Quién no prefiere vivir en un estado democrático? Por que ese era precisamente el espejismo que nos devolvía el sueño americano occidentalista, que se lo pregunten a los países del bloque soviético: la democracia lo que significa es que podemos tener en propiedad todo lo que el dinero pueda comprar y tantos fast food cerca de casa como el ojo pueda devorar; qué importantes son estos símbolos para el progreso aparente de una comunidad. Así que ya sabemos a qué saben los sueños: los sueños de todo el mundo saben a billetes de dólar y estos son el símbolo de la mayor democracia por excelencia, la de los USA, que poseen también esta franquicia por lo que actúan en consecuencia: velando por su implantación mundial; por las buenas o por las malas, eso depende de si la panza del helicóptero está sobre tu casa o sobre la de Mohammed. Le pasa lo mismo a la crisis, que sólo lo ha sido cuando ha afectado a los bancos, inmobiliarias o al sector del automóvil; paradojas, no lo fue en tanto la mitad del planeta se moría de hambre y enfermedades, mientras la maravilla occidentalista que es la democracia bien entendida, a la norteamericana, se queda sin espacio donde almacenar los excedentes procedentes de las desafortunadas políticas agrícolas. Claro que de esto no saben una palabra los muy distinguidos señores inversores de Mr. Maddof, enfrascados como han estado en sacar réditos inverosímiles de las opacas inversiones en las que andaban enredando. Afortunadamente, con la silla bien puesta en la puerta, aquí estamos para ver pasar la honra y fortuna de aquellos que prefirieron cerrar los ojos ante la auténtica crisis que vivía el mundo, la del hambre, mientras nos inculcaban que su democracia nos hacía a todos iguales. ¿Tienes un zapato a mano?